La diferencia entre uno y otro es el estado de ánimo que se genera y con el cambio se modifica nuestro cuerpo y nuestras posibilidades.
Sandra Mateus – MCOPA
Dar vueltas en la cama durante varias noches, porque no puedo conciliar el sueño pensando en lo que pasará al día siguiente con esa situación en la cual no he podido avanzar, es un síntoma claro que te estás preocupando. Esto puede sonar obvio.
¿A qué conversaciones nos lleva la preocupación? A las de No Posibilidad: “Y si lo hablo abiertamente y me dicen que no? , “Ya son varias semanas sin trabajo, ¿y ahora que voy a hacer?, ya no tengo más puertas para tocar”, “Estoy seguro que esas reuniones a mis espaldas son para sacarme del proyecto”.
Sumémosle a otras de juicios personales “soy un inútil”, “no me imaginaba que fuera tan incapaz para encontrar una solución”, o colectivos cuando se trata de una preocupación compartida: “nos quedó grande”
El movimiento a dar cuando nos identificamos en el preocuparse, es el de pasar a ocuparse. La diferencia entre uno y otro es el estado de ánimo que se genera y con el cambio se modifica la química neuronal, pues cuando me abro a nuevas formas de conversar frente a los conflictos disparo niveles más altos de oxitocina, la hormona de la confianza, con lo cual puedo empezar a observar posibilidades de solución.
Y aquí entran nuevas conversaciones en acción: conversaciones de posibilidades que contemplan planes de acción específicos y la posibilidad de realizarme preguntas que no me había hecho, para continuar profundizando en las opciones que puedo generar.
Y también cambian aquellas de juicios personales, pues, y esto es una competencia conversacional muy importante que se trabaja en las sesiones de coaching o en los entrenamientos, comienzo a validar cada uno de los juicios que tengo de la situación ¿En qué datos o hechos me estoy basando? ¿Para qué estoy construyendo estos juicios? ¿Si no me sirven, como puedo modificarlos?
Cito una frase del libro No Es Lo Mismo que me parece muy diciente “cuando nos preocupamos, vivimos cualquier situación de la vida como un problema. Sin embargo, cuando nos ocupamos el problema puede ser valorado como un reto, como una oportunidad. En definitiva, puede transformarse en acción”
Esto no solo se vive a nivel personal. En los equipos de trabajo ¿cómo se manifiesta el estar en estado de preocupación? ¿Qué estados de ánimo están presentes? ¿Cómo líder que papel estoy cumpliendo? ¿Cómo coach, qué competencia debo desarrollar para abordar estas distinciones?